Vergüenza y culpa en el abuso emocional – Parte 2

¿Por qué siento vergüenza y culpa tras un abuso? ¿De qué manera aparecen? ¿Por qué pueden llegar a ser tan dañinas?

En uno de los post anteriores estuvimos hablando de qué es la culpa, la vergüenza, y de porqué han sido importantes en la historia de nuestro recorrido evolutivo como especie. En esta segunda parte explicaré porqué estas emociones son protagonistas en el abuso emocional, algunas de las formas en las que pueden aparecer y porqué pueden llegar a ser tan dañinas.

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Las huellas que dejan los malos tratos tras de sí tienden a ser altamente traumáticas, complejas y profundas. La paradoja de estas dos emociones que hoy nos acompañan es simple: por mucha culpa y vergüenza que la víctima pueda llegar a sentir, la culpa de lo sucedido jamás es suya.

La fidelidad de la víctima hacia el maltratador

Muchas personas pueden preguntarse cómo puede ser que tras haber vivido escenas de violencia tan grandes, una persona pueda llegar a sentirse culpable de aquello que desentramó esas vivencias y responsable del malestar o sufrimiento que pudo ocasionar en algún momento que la persona maltratadora terminase actuando de esa forma. Es muy importante comprender que cuando hablamos de malos tratos, generalmente la parte de la historia que suele ser relatada es tan solo la punta del iceberg. Por diferentes razones que podremos desarrollar en otro post, la víctima puede incluso no ser consciente de gran parte de lo ocurrido: lo que hubo y hay detrás de lo que en ese momento ella es capaz de verbalizar.

La parte que podemos llegar a conocer de una historia de malos tratos tiende a ser únicamente la punta del iceberg

Ésta tiende a sentir que efectivamente fue ella quien fue permitiendo experiencias de abuso y malos tratos, la que no supo cómo lidiar con una situación que cada vez era más grande (pero que muy dentro de ella siempre hubo una voz que advertía que algo no estaba bien). Se sienten, como decíamos, responsables de la historia de vida de la persona abusadora con la que tienden a empatizar de una manera poco sana, y sienten suya la tarea de “salvarle” de su sufrimiento, por lo que asumen  como una gran derrota personal el fracaso de la relación, y la violencia la toleran como supuesta parte inherente al proceso de cambio de la otra persona.

Vergüenza y aislamiento

La emoción de vergüenza conduce con frecuencia a la sensación de que lo que han vivido jamás podrá comprendido por otras personas, por lo que prefieren guardar su historia ardiendo dentro de ellas mismas y toleran situaciones invalidantes en las que puedan verse reflejadas. Un ejemplo podría ser comentarios degradantes por parte de una persona cercana sobre una pareja en la que existe violencia y en la que la víctima pueda estarse sintiendo identificada. Cuando dejan de compartir esa faceta tan importante de su vida con sus seres queridos, poco a poco se va aislando, sintiéndose más sola en todo el sufrimiento y olvidándose más de quién era ella antes de esta situación.

La víctima muchas veces tolera situaciones altamente invalidantes hacia su sufrimiento por razones tales como la parálisis, el agotamiento, el miedo o la falta de comprensión

Todos estos pensamientos, asimismo, van haciendo mella en la autoestima de la víctima que observa impotente cómo partes como su identidad, dignidad, autoconcepto y fortalezas van degradándose y viéndose cada vez más difuminadas en el horizonte. Ni que decir tiene el peso tan fuerte que todo esto tiene en la dificultad de la víctima para salir de esa situación y poder desarrollar su proceso de recuperación.

En resumidas cuentas, y retornando al inicio, es importante destacar la parte en la que todas las emociones son necesarias, pero también todas pueden llegar a darse de manera desadaptativa. Cuando nos encontramos en una situación de abuso, entre otras cosas tenemos a una persona (la víctima) con un sistema nervioso muy desregulado por la violencia vivida, generalmente muy agotada y confundida. No es de extrañar que estas dos emociones con tanto poder de manipulación tiendan a aparecer de manera desbocada y arrastrando (de no ser atendidas) a la víctima a una espiral descendente. Es por ello que si has podido sentirte identificada en alguna de estas partes, o alguien venía a tu cabeza mientras leías, podáis al menos plantear la posibilidad de buscar ayuda profesional especializada.

Hasta aquí la entrada del blog de hoy, esperamos que te haya resultado útil. Para lo que necesites compartir estaremos atentas a tu contacto a través de las diferentes vías, y si quieres recibir contenido exclusivo y estar al tanto de todas las novedades puedes reservar un espacio para tu mail en la cajita de abajo. 

Alba de A Pleno Pulmón

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