Cada vez es más común escuchar la expresión “no me da la vida”, a la vez que nos frustra reconocer que para todas las personas el día tiene 24h. Pero, ¿es realmente así? ¿por qué las generaciones anteriores no tenían este problema?
Haría tantas cosas...
Con frecuencia nos sentimos abrumadas por la cantidad de cosas que nos gustaría hacer. Muchas veces sucede que la vida se convierte en una carrera en la que hay que llegar a tantas cosas que dejamos de disfrutar de todas aquellas que tenemos el momento presente, y esto es verdaderamente frustrante porque no entendemos cómo cosas tan importantes o que nos han hecho pasarlo tan bien en el pasado a día de hoy nos generan apatía, frustración e incluso agotamiento.
Es triste ver que con el paso de los días cada vez estamos más cansadas, al mismo tiempo sentimos ansiedad por todas las cosas que quedan sin hacer, por todas aquellas otras que
deberíamos hacer o por todas aquellas ocasiones en las que terminamos procrastinando para después quedarnos sentadas a ver venir a culpa.
¿Por qué a nuestras madres o abuelas no les pasaba esto?
Con la llegada de la globalización ha habido cambios innegables en nuestra sociedad y en la manera de vivir. Entre otras cosas cada vez es más accesible consumir y hacerlo en el mismo preciso instante en el que lo requieres. Ésto nos ha facilitado la vida en muchos aspectos pero como todo también tiene un precio a pagar.
Las cosas que sucede a día de hoy es que estamos constantemente bombardeadas de cosas que podemos consumir; ya sean objetos, experiencias, incluso personas, etc. a través del marketing se intenta generar deseos que confunden el consumismo con la felicidad y la idea de éxito que socialmente está tan arraigada.
Asimismo contamos con jornadas de trabajo largas que con frecuencia es necesario conciliar con los cuidados (casa, familia…) que de por sí son agotadoras. Ahora además tenemos que sumar todas aquellas cosas que “necesitaríamos para poder ser felices”.
Mis necesidades no son las mismas que las de otra persona
En realidad, aunque esta frase puede resultar una obviedad lo cierto es que a día de hoy es algo que nos confunde mucho.
Al igual que nuestras necesidades de hoy no son las mismas que las que teníamos hace unos años ni serán las mismas que tendremos en un futuro, por mucho que creamos admirar a una persona o el estilo de vida creemos que lleva la realidad es que esa persona no es igual que tú, y por tanto no tenéis las mismas necesidades. En esta parte las redes sociales han jugado un papel fundamental haciendo mucho énfasis en conseguir que idealicemos las realidades ajenas.
Con frecuencia comparamos y sentimos que constantemente salimos perdiendo. que tendríamos que hacer muchas más cosas de las que hacemos, que deberíamos ser mucho
más productivas y, aunque el foco en realidad esté fuera, terminamos colocándolo dentro haciendo un gran daño a nuestra autoestima.
¿Me gusta o lo necesito?
Una de las cosas que nos pasa a menudo es confundir aquello que nos gusta o resulta atractivo con aquello que realmente necesitamos. Desde aquí, cómo no vamos a sentir que “no me da la vida” si la mayoría de las cosas que vemos están al alcance de nuestra mano en un periodo de tiempo casi inmediato.
Qué fácil suena y qué difícil es ¿verdad?. En la era en la que existen plataformas que constantemente nos ponen delante dosis de supuesta felicidad, en la que priman dolencias de salud mental tales como la depresión y la ansiedad y bucles infinitos de los que es complicado salir, y además nos aseguran podremos tenerlo de manera inmediata al alcance de un clic ¿quien no querría intentarlo?.
La realidad es que saber lo que necesito lleva detrás todo un proceso de autoconocimiento. Como cualquier otro proceso necesitamos empezar a experimentar, a probar cosas nuevas, a prestar atención aquellas que ya hemos probado para ver si realmente se han convertido o no en algo de nuestra mano. Cualquier otro proceso es importante que antes de empezar nos grabemos a fuego que cuando nos sumergimos dentro de cualquier aprendizaje o de cualquier cambio vamos a fallar y nos vamos a equivocar muchas veces, como también vamos a sentir mucha inseguridad a la hora de abandonar lo antiguo y de adentrarse en algo nuevo y desconocido.
A veces simplemente sentir que “no me da la vida” es una manera de darme cuenta de que estoy llegando a mis límites, de que mi energía se está fugando y de que necesito cambiar algo. Hacer una lista de todas aquellas cosas que me gustaría hacer y otra con las que “tengo que hacer” (más referido a obligaciones), donde siendo honesta conmigo permito que salga todo, me doy espacio para vaciar toda la carga mental que supone recordarlas todas. Esto puede ayudarme mucho a poder después tomar un subrayador que me guste y empezar a resaltar aquellas que además, también realmente necesite yo. También a ser realista con mi tiempo y mi energía, y muchas veces a toparnos con la realidad de todas aquellas cosas a las que nos estábamos pidiendo llegar y por las que nos estábamos frustrando. Porque si como decía en Instagram Lo que necesitamos o creemos que necesitamos no nos vale en cualquiera de sus formas.
Si vas poco a poco practicando esto con el tiempo es probable que puedas ir volviéndote más intuitiva y mucho más consciente de tus necesidades.
Al mismo tiempo, seguramente cambies tu manera de ver las cosas y comiences a ser capaz de admirar la belleza en las cosas sin sentir de manera automática que necesitas tomar posesión de las mismas.
Esperamos que este artículo te haya servido de ayuda.
Un abrazo muy fuerte.
Escrito por: Alba. A Pleno Pulmón.
Agradecimientos a @feelartfeelant, @ketut-subiyanto, @karolina-grabowska, @cup-of-couple por su colaboración fotográfica.