Cardaso (2017) nos dice que “significa recuperar una parte de mí que he dejado bloqueada, oculta, en la sombra. Significa mirar a los fantasmas de frente y acogerlos, porque si son fantasmas es porque no han concluido su proceso, su camino, su paso a otra dimensión. Cuando miramos a los fantasmas de frente, nos hacemos amigos de ellos y les damos la energía positiva que transforma su parte negativa; entonces aquellos pueden pasar a la luz, al amor, a la dimensión que nos transportará más allá.”
La persona que esté o haya estado en un proceso de terapia, esto le sonará, pues, al contrario de lo que mucha gente piensa, la terapia no tiene cómo objetivo primordial “ser más feliz”. Un verdadero estado de bienestar es aquel en el que la persona se conoce y acepta sus emociones agradables y desagradables, las entiende y se las permite y, de la misma manera, acoge sus partes rechazadas para integrarlas dentro de su historia de vida.
Una «parte rechazada» es eso que escondemos de nosotros mismos (a veces de manera inconsciente), son cualidades, emociones o necesidades que reprimimos porque, en algún momento, alguien nos dijo que no estaban bien o que no debían ser vistas. Estas partes rechazadas muchas veces tienen relación con la ira, la dependencia, la vergüenza, el miedo o la soledad.
Reconectar, por lo tanto, supone poder poner palabras a lo que siento, entender por qué a veces una situación nos genera mucho movimiento emocional, reconocer de dónde viene y afrontar el momento con las nuevas herramientas que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra historia; supone ser capaz de disfrutar en libertad de aquello que deseamos; tratarnos desde otro punto de vista, con el autocuidado que quizá no sentimos en algún momento o con el perdón que necesitamos recibir.
Nuestra mente fluctúa entre pasado, presente y futuro y, cuando somos conscientes de esto, podemos observar cómo hay circunstancias en el presente que vemos con gafas del pasado, removiendo emociones que quedaron fijadas.